Empezamos el Triduo Pascual, cima o culmen del año litúrgico.
En "el sacratísimo triduo del crucificado, del sepultado y del resucitado" o Triduo Pascual, la Iglesia celebra en "intima comunión con Cristo su Esposo" los grandes misterios de la redención (DPPL 138). La celebración de estos tres días brilla como la culminación de todas las celebraciones que la comunidad cristiana realiza durante todo el año.
Con la celebración de esta tarde, iniciamos la gran celebración de la Pascua cristiana, que se prolonga hasta el Domingo de Pascua. Desde tres dimensiones distintas celebramos la totalidad del misterio: 1.- La forma que Jesús nos dejó hacer memoria de su pasión, muerte y resurrección (Jueves Santo); 2.- La dimensión de humillación y de muerte que encierra el misterio de la Pascua (Viernes y Sábado Santo); 3.- La dimensión de resurrección de vida y de gloria (Vigilia Pascual y Domingo de Pascua).
El Calendario litúrgico titula la celebración de esta tarde: "Misa en la Cena del Señor". Perfectamente podía titularse también: "Celebración litúrgica de la Pascua cristiana", o también: "El amor, centro de la celebración pascual cristiana".
Éste será para ustedes un día memorable.
Los evangelios sinópticos parecen indicar, que Jesús celebró la última cena siguiendo el rito pascual judío. En todo caso, la cena de despedida que Jesús celebra con los discípulos, se desarrollo dentro del ambiente de las celebraciones pascuales judías.
El Éxodo ofrece la fijación del rito judío de la celebración de la Pascua. Varios de sus elementos están presentes en la celebración de la Pascua cristiana. El sentido de memorial: la Pascua surge para hacer memoria de un acontecimiento mayor en la historia de Israel: la liberación de la esclavitud de Egipto.
La celebración anual, que establece la comunión con el hecho salvador a través de unos signos. Finalmente, entre los signos que se utilizan están el pan y el vino.
La celebración pascual cristiana, revive y reactualiza el hecho central de la historia de la salvación: la muerte y resurrección de Jesús. Lo celebramos cada año y lo ritualizamos de modo especial en la celebración eucarística, bajo los signos del pan y del vino. Hoy hacemos memoria de esta primera celebración de la Pascua cristiana, que Jesús realizó con los discípulos. Estamos ante una nueva Pascua, que tiene una forma nueva de celebración.
Hagan esto en memoria mía hasta que vuelva.
Pablo nos ofrece el documento más antiguo sobre la celebración de la eucaristía. Nos señala el momento inicial: "La noche en que Jesús fue entregado". Nos indica el sentido de la celebración: "En memoria mía".
En la celebración de la eucaristía, estamos reviviendo la entrega de Jesús, que tiene lugar aquella misma noche; el derramamiento de su sangre, su muerte, que tiene lugar al día siguiente; y la victoria final, que acontece tres días después.
Esta reactualización permanente de la muerte y resurrección de Jesús, como hecho salvador, hemos de repetirlo "hasta que él vuelva". Cada celebración de la "cena del Señor", es una proclamación gozosa de su muerte y de su resurrección, como misterio de vida y de salvación. De hecho, es toda la vida de Jesús, entregada como servicio de salvación por todos y de modo especial por los más pobres, la que se hace presente en la eucaristía, para que comulguemos con su espíritu.
Jesús dice a toda la comunidad de sus discípulos: "Hagan esto en memoria mía". Tenemos que hacer memoria de Jesús celebrano la eucaristía; pero sobre todo, siendo "memoria viva" de su entrega hasta la muerte por los que necesitan rdención y "memoria viviente" de su vida gloriosa de resucitado.
Repetidas veces Jesús había dicho: "El Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y dar la vida como rescate por muchos" (Mc 10,45). Ha llegado la hora de que se cumpla su palabra.
Lavar los pies a los discípulos es el primer signo que ofrece Juan en la cena. El hecho de lavar los pies era considerado como un servicio humilde; no se podía imponer ni a un esclavo judío. Se comprende la sorpresa de los discípulos, y la negativa de Pedro a dejarse lavar los pies. Frente por frente, tenemos al "Señor" y "Maestro", pero igual Jesús-siervo, lavando los pies. Es el mismo Jesús.
El otro signo que ofrece Jesús en la cena es el amor. El amor es el que sentido a toda la obra de Jesús, especialmente a su pasión, a su muerte y a su resurrección, y los acontecimientos pascuales constituyen la manifestación suprema de este amor.
"Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos". Éste es el signo pascual de Jesús. Él amó así; y la propuesta es: "Amen como yo he amado".
Pablo también relaciona la celebración de la "cena del Señor, con el amor. No duda en afirmar: celebrar la eucaristía, sin compartir fraterno de bienes con los necesitados, no es celebrar la "Cena del Señor". Por eso, recuerda a los corintios la cena que celebró Jesús. La cena que él celebró, es la que él nos manda hacer memoria.
En la celebración de la eucaristía, estamos reviviendo la entrega de Jesús, que tiene lugar aquella misma noche; el derramamiento de su sangre, su muerte, que tiene lugar al día siguiente; y la victoria final, que acontece tres días después.
Esta reactualización permanente de la muerte y resurrección de Jesús, como hecho salvador, hemos de repetirlo "hasta que él vuelva". Cada celebración de la "cena del Señor", es una proclamación gozosa de su muerte y de su resurrección, como misterio de vida y de salvación. De hecho, es toda la vida de Jesús, entregada como servicio de salvación por todos y de modo especial por los más pobres, la que se hace presente en la eucaristía, para que comulguemos con su espíritu.
Jesús dice a toda la comunidad de sus discípulos: "Hagan esto en memoria mía". Tenemos que hacer memoria de Jesús celebrano la eucaristía; pero sobre todo, siendo "memoria viva" de su entrega hasta la muerte por los que necesitan rdención y "memoria viviente" de su vida gloriosa de resucitado.
Les he dado ejemplo para que hagan lo mismo.
Con la narración de la cena, inicia san Juan el llamado "libro de la gloria", que el evangelista designa como "la hora de pasar del mundo al Padre". Se trata sencillamente de su "Pascua". En su relato de la cena, Juan no menciona la institución de la eucaristía. Sin embargo, nos ofrece dos signos eminentemente pascuales, como propuesta a los discípulos de entonces y de ahora: el servicio humilde, y el amor hasta dar la vida.Repetidas veces Jesús había dicho: "El Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y dar la vida como rescate por muchos" (Mc 10,45). Ha llegado la hora de que se cumpla su palabra.
Lavar los pies a los discípulos es el primer signo que ofrece Juan en la cena. El hecho de lavar los pies era considerado como un servicio humilde; no se podía imponer ni a un esclavo judío. Se comprende la sorpresa de los discípulos, y la negativa de Pedro a dejarse lavar los pies. Frente por frente, tenemos al "Señor" y "Maestro", pero igual Jesús-siervo, lavando los pies. Es el mismo Jesús.
Mi mandamiento es que se amen unos a otros.
El otro signo que ofrece Jesús en la cena es el amor. El amor es el que sentido a toda la obra de Jesús, especialmente a su pasión, a su muerte y a su resurrección, y los acontecimientos pascuales constituyen la manifestación suprema de este amor.
"Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos". Éste es el signo pascual de Jesús. Él amó así; y la propuesta es: "Amen como yo he amado".
Pablo también relaciona la celebración de la "cena del Señor, con el amor. No duda en afirmar: celebrar la eucaristía, sin compartir fraterno de bienes con los necesitados, no es celebrar la "Cena del Señor". Por eso, recuerda a los corintios la cena que celebró Jesús. La cena que él celebró, es la que él nos manda hacer memoria.
Reflexión:
¿Amas como has amado a Jesús?
¿Amas como has amado a Jesús?
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