El Pan de Cristo


Historia de un hombre llamado Víctor.

Al cabo de meses de encontrarse sin trabajo, se vio obligado a recurrir a la mendicidad para sobrevivir, cosa que detestaba profundamente. Una fría tarde de invierno se encontraba en las inmediaciones de un club privado cuando observó a un hombre y su esposa que entraban al mismo.

Víctor le pedía al hombre unas monedas para poder comprarse algo de comer. -Lo siento, amigo, pero no tengo nada de cambio -replicó éste. La mujer, que oyó la conversación, preguntó: -¿Qué quería ese pobre hombre? -Dinero para una comida. Dijo que tenía hambre -respondió su marido.

-Lorenzo, no podemos entrar a comer una comida suntuosa que no necesitamos y… ¡dejar a un hombre hambriento aquí afuera! -Hoy en día: ¡hay un mendigo en cada esquina! Seguro que quiere el dinero para beber. -¡Yo tengo un poco de cambio! Le daré algo.

Avergonzado, quería alejarse corriendo de allí; pero en ese momento oyó la amable voz de la mujer que le decía: -Aquí tiene unas monedas. Consígase algo de comer. Aunque la situación está difícil, no pierda las esperanzas. En alguna parte hay un empleo para usted. Espero que pronto lo encuentre.

-¡Muchas gracias, señora! Me ha dado usted ocasión de comenzar de nuevo y me ha ayudado a cobrar ánimo. Jamás olvidaré su gentileza. -Estará usted comiendo el "Pan de Cristo". Compártalo -dijo ella con una cálida sonrisa dirigida más bien a un hombre y no a un mendigo.

Víctor sintió como si una descarga eléctrica le recorriera el cuerpo. Encontró un lugar barato donde comer, gastó la mitad de lo que la señora le había dado y resolvió guardar lo que le sobraba para otro día. Comería el pan de Cristo dos días. Una vez más, aquella descarga eléctrica corría por su interior: ¡El pan de Cristo!

Un momento! -pensó-. No puedo guardarme el pan de Cristo solamente para mí mismo. Le parecía estar escuchando el eco de un viejo himno que había aprendido en la escuela dominical. En ese momento pasó a su lado un anciano. Quizás ese pobre anciano tenga hambre -pensó-. Tengo que compartir el "Pan de Cristo". Víctor lo invitó a servirse algo.

El viejo se dio vuelta y lo miró con descreimiento. -¿Habla usted en serio, amigo?. El hombre no daba crédito a su buena fortuna hasta que se sentó a una mesa cubierta con un hule y le pusieron delante un plato de guiso caliente. Durante la cena, Víctor notó que el hombre envolvía un pedazo de pan en su servilleta de papel.

-¿Está guardando un poco para mañana? -le preguntó. -No, no. Es que hay un chico que conozco por donde suelo frecuentar. La ha pasado mal últimamente y estaba llorando cuando lo dejé, tenía hambre. Le voy a llevar el pan. El “pan de Cristo”. Recordó de nuevo las palabras de la mujer y tuvo la extraña sensación de que había un tercer Convidado sentado a aquella mesa.

A lo lejos las campanas de una iglesia parecían entonar a sus oídos el viejo himno que le había sonado antes en la cabeza. Los dos hombres llevaron el pan al niño hambriento, que comenzó a engullirlo. De golpe se detuvo y llamó a un perro, un perro perdido y asustado. -Aquí tienes, perrito. Te doy la mitad -dijo el niño, “El Pan de Cristo”.

Alcanzará también para el hermano cuadrúpedo. El niño había cambiado totalmente de semblante. Se puso de pie y comenzó a vender el periódico con entusiasmo. -Hasta luego -dijo Víctor al viejo-.

En alguna parte hay un empleo para usted. Pronto dará con él. No desespere. ¿Sabe? -su voz se tornó en un susurro-…

Esto que hemos comido es el “Pan de Cristo”. Una señora me lo dijo cuando me dio aquellas monedas para comprarlo. ¡El futuro nos deparará algo bueno! Al alejarse el viejo, Víctor se dio vuelta y se encontró con el perro que le olfateaba la pierna.

Se agachó para acariciarlo y descubrió que tenía un collar que llevaba grabado el nombre del dueño. Víctor recorrió el largo camino hasta la casa del dueño del perro y llamó a la puerta. Al salir éste y ver que había encontrado a su perro, se puso contentísimo. De golpe la expresión de su rostro se tornó seria.

Estaba por reprocharle a Víctor que seguramente había robado el perro para cobrar la recompensa, pero no lo hizo. Víctor ostentaba un cierto aire de dignidad que lo detuvo. En cambio dijo: -En el periódico vespertino de ayer ofrecí una recompensa. ¡Aquí tiene! Víctor miró el billete medio aturdido.

-No puedo aceptarlo -dijo quedamente-. Solo quería hacerle un bien al perro. -Téngalo! Para mi lo que usted hizo vale mucho más que eso. ¿Le interesará un empleo? Venga a mi oficina mañana. ¡Me hace mucha falta una persona íntegra como usted!. Y le pasó una tarjeta con la dirección.

Al volver a emprender Víctor la caminata por la avenida, aquel viejo himno que recordaba de su niñez volvió a sonarle en el alma. Se titulaba: “Parte el Pan de Vida”…

"NO OS CANSÉIS DE DAR, PERO NO DEIS LAS SOBRAS,
DAD HASTA SENTIRLO, HASTA QUE DUELA".

QUE EL SEÑOR NOS CONCEDA LA GRACIA
DE TOMAR NUESTRA CRUZ Y SEGUIRLO, AUNQUE DUELA.


Oración:
Señor Jesús: "Te amo mucho, te necesito para siempre,

estás en lo más profundo de mi corazón,
bendice con tus néctares corporales,
a mi familia, mi casa, mi hogar,
mi empleo, mis finanzas, mi salud,
mis sueños, mis proyectos y a mis amig@s".

Amén.


.:*:.BENDICIONES PARA TOD@S.:*:.


El Perdón



Hoy tenemos que tomar conciencia de la importancia del perdón. A veces nos cuesta perdonar. Pero uno demuestra su grandeza perdonando, no vengándose. Si queremos que Dios perdone nuestros pecados, hemos de practicar la misericordia perdonando a los que nos han ofendido. La propuesta de Jesús es perdonar siempre, según su expresión de perdonar setenta veces siete.

En el santo Evangelio según san Lucas 17, 3 el Señor nos enseña lo siguiente: "Fíjense bien: Si tu hermano te ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Si te ofende siete veces al día, y siete veces vuelve arrepentido, diciendo: No lo vuelvo hacer más, perdónalo".

San Mateo (Mt 18,21-35) nos narra el siguiente acontecimiento:
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le peguntó: "Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?" Jesús le contestó: "No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete".

Entonces Jesús continuó diciendo: "El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y a todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo". El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.

Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: "Págame lo que me debes". El compañero se le arrodilló y le rogaba: "Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo". Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.

Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contarle al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.

Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:

¿A quien crees que le hace más daño el no perdonar?,
¿A ti o al que no perdonas?

La pasión de Cristo en metal

La siguiente presentación, nos las han enviado vía email,
esperamos que sea del total disfrute de tod@s nuestr@s visitantes.
Muchas gracias.
Dios les bendiga.


Domingo. Resurrección del Señor.

Resucitados con Cristo

Jesús, "Primicia de los muertos", está resucitado.


Amanece el día con el eco de la Buena Noticia proclamada en la Vigilia pascual: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado" (Lc 24,5-6). Éste era el momento de recordar los tres anuncios que Jesús había hecho durante su ministerio publico: "El Hijo del hombre tiene que ser entregado a los pecadores será crucificado; y al tercer día resucitará". El cuarto ya no es un anuncio sino una gozosa noticia; un hecho acontecido. "Este hombre, que ustedes crucificaron y dieron muerte por medio de gentes sin ley, Dios, liberándolo de los rigores de la muerte, lo resucitó" (He 2,23-24).

La resurrección es la victoria de Jesús sobre sus enemigos; también sobre el último de los enemigos: la muerte. Pablo presenta a Jesús resucitado como una primera cosecha, una "primicia": "el primer fruto ofrecido a Dios, el primero de los que han muerto" (1Co 15,20). La resurrección es como un parto, del que surge el primer hombre de la nueva creación. Con razón se le llama: "Primogénito de toda la creación"; "Primogénito de entre los muertos" (Col 1, 15.18).

Éste es el día en que actuó el Señor. Hagamos fiesta para celebrarlo.

Con el salmista cantamos: "Este es el día en que actuó el Señor". El Dios de la vida desplegó todo su poder en contra de la actuación de los hombres que habían sido agentes de muerte. Contrasta fuertemente en este día el "ustedes lo mataron", con él "Dios lo resucitó". Donde los hombres ponemos muerte, Dios apuesta por la vida. Ésta es la gran noticia de la Pascua. Ésta es la fuerza creadora que mana de la resurrección. Pablo, recogiendo una fórmula de confesión de fe, proclama que Dios desplegó su gran poder por medio de su Espíritu, resucitando a Jesús de entre los muertos, y lo ha confirmado en su condición de Hijo de Dios (Rom 1,4). Hoy resuena con más fuerza que nunca la confesión de fe contenida en el "Credo". "Al tercer día resucitó de entre los muertos".

Las campanas tocan a fiesta. el pregonero de la "noche santa de la Pascua", invitaba a toda la comunidad: Exulten las jerarquías del cielo; la tierra liberada de sus tinieblas; la madre Iglesia, revestida de luz tan brillante; y el templo resuene con las aclamaciones del pueblo en fiesta, para celebrar la gloria "de Rey tan poderoso".

El discípulo que vio y creyó.

El evangelista Juan presenta la experiencia pascual, como la marcha presurosa de dos discípulos al encuentro de Jesús resucitado. Uno de ellos, el que unas horas antes había confesado: "No conozco a ese hombre", Pedro, encarna al pecador que impactado por la Buena Noticia, busca al Resucitado.

El otro discípulo, es aquel "que amaba Jesús"; el que estuvo "en pie junto a la cruz". También él siente la urgencia de reencontrarse con aquel a quien amaba, con su amigo, con el Maestro, con "su Señor".

El que camina impulsado por el amor, es el primero que llega. Es el primero en creer. La confesión de fe pascual es un producto del amor. La comunidad de los enamorados de su Señor reunida, es la primera en confesar. "En verdad ha resucitado el Señor" (Lc 24,34).

La confesión de fe pascual exige enamorarse antes de Jesús; descubrir al que amó hasta entregar la vida. Es necesario ahondar en el misterio de la humillación de la cruz, para creer con fuerza en Jesús resucitado, y comprometerse con su causa con toda la persona. No puede existir de recia en el resucitado de entre los muertos, sin un compromiso de fe robusta con el Jesús que "murió bajo el poder de Poncio Pilato".

Resucitados y testigos.

La carta a los Colosenses habla de "resucitados con Cristo". El libro de los Hechos, de "testigos que él de antemano se había escogido". El discípulo que no ha resucitado con Cristo; aquel que no ha experimentado en sí mismo la fuerza de su resurrección, está incapacitado para ser su testigo. Y aquel, que confiesa haber vivido la experiencia del encuentro con Jesús resucitado, y no sale a la calle a dar testimonio "con valentía" de su experiencia, no puede contarse entre los verdaderos discípulos del Resucitado. De ahí: "Resucitados y testigos", "discípulos y testigos".

En el discurso de Pedro que Lucas nos ha dejado en los Hechos, tenemos el testimonio de alguien que vivió la experiencia del encuentro pascual con Jesús. Era uno de los dos que "vio y creyó". Después, en la casa del pagano Cornelio, se presenta como testigo. La validez de su testimonio está en que "comió y bebió con él después de su resurrección".

Sábado Santo. Vigilia Pascual.

Según una tradición muy antigua, ésta es una noche de vigilia en honor al Señor (Ex 12,42). Los fieles, llevando en la mano, según la exhortación evangélica (Lc 12,35 ss), lámparas encendidas, se asemejan a quienes esperan el regreso de su Señor para que, cuando él vuelva, los encuentre vigilantes y los haga sentar a su mesa.

La celebración de la Vigilia se desarrolla de la siguiente manera: después de la breve liturgia de la luz o "lucernario" (primera parte de la Vigilia), la santa iglesia, llena de fe en la palabras y promesas del Señor, medita los portentos que él obró desde el principio a favor de su pueblo (segunda parte o liturgia de la palabra) y cuando el día de la resurrección está por llegar, encontrándose ya acompañada de sus nuevos hijos, renacidos en el bautismo (tercera parte), es invitada a la mesa que el Señor ha preparado para su pueblo, por medio de su muerte y resurrección (cuarta parte).

Toda la celebración de la Vigilia pascual se hace en la noche, de modo que no debe comenzar antes del principio de la noche del sábado, ni terminar después del alba del domingo. La misa de la Vigilia, aunque se celebre antes de la medianoche, es ya la misma pascual del Domingo de Resurrección. Los fieles que participan en la misa de la Vigilia pueden comulgar también en la misa diurna de la Pascua.

El sacerdote que celebra o concelebra la misa de la Vigilia, puede también celebrar o concelebrar la misa diurna de la Pascua. El sacerdote y los ministros se revisten desde el principio con los ornamentos blancos de la misa. Se deben preparar suficientes velas para todos los fieles que participen en la Vigilia.


Primera Parte:
Lucernario o solemne comienzo de la Vigilia

Bendición del fuego

Se apagan todas las luces de la Iglesia. En un lugar adecuado, fuera de la Iglesia, se enciende el fuego. Congregado allí el pueblo, llega el sacerdote con los ministros. Uno de los ministros lleva el cirio pascual. El sacerdote saluda, como de costumbre, al pueblo congregado y le hace una breve exhortación, con estas palabras y otras semejantes:

Hermanos:
En esta noche santa, en que nuestro Señor Jesucristo pasó de la muerte a la vida, la Iglesia invita a todos sus hijos, diseminados por el mundo, a que se reúnan para velar en oración. Conmemoramos, pues, juntos, la Pascua del Señor, escuchando su palabra y participando en sus sacramentos, con la esperanza cierta de participar también en su triunfo sobre la muerte y de vivir con él para siempre en Dios.
Enseguida bendice el fuego:

Oremos.
Dios nuestro, que por medio de tu hijo nos has comunicado el fuego de tu vida divina, bendice + este fuego nuevo y haz que estas fiestas pascuales enciendan en nosotros el deseo del cielo, para que podamos llegar con un espíritu renovado a la fiesta gloriosa de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén.

Con el fuego nuevo se enciende el cirio pascual. Si por razones pastorales, parece oportuno hacer resaltar con algunos símbolos la dignidad y la significación del cirio pascual, puede hacerse de este modo: una vez bendecido el fuego nuevo, un acólito o uno de los ministros lleva el cirio pascual ante el celebrante. Este, con un punzón, graba una cruz en el cirio. Después, traza sobre él la letra griega Alfa y, debajo, la letra Omega; entre los brazos de la cruz traza los cuatro números del año en curso, mientras dice:

1.- Cristo ayer y hoy,
traza la línea vertical;
2.- Principio y fin,
traza la línea horizontal;
3.- Alfa
traza la letra Alfa, arriba de la línea vertical;
4.- y Omega.
traza la letra Omega, abajo de la línea vertical;
5.- Suyo es el tiempo,
traza el primer número del año en curso, en el ángulo superior izquierdo de la cruz;
6.- y la eternidad.
traza el segundo número del año, en el ángulo superior derecho;
7.- A él la gloria y el poder,
traza el tercer número del año en el ángulo inferior izquierdo;
8.- Por los siglos de los siglos. Amén.
traza el cuarto número del año en el ángulo inferior derecho.

Después de haber trazado la cruz y los demás signos, el sacerdote puede incrustar en el cirio cinco granos de incienso, en forma de cruz, diciendo al mismo tiempo.

1.- Por sus santas llagas
2.- gloriosas,
3.- nos proteja
4.- y nos guarde
5.- Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

El celebrante enciende el cirio pascual con el fuego nuevo, diciendo: Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu.


Procesión

A continuación el diácono en su defecto, el sacerdote, toma el cirio pascual y, manteniéndolo elevado, canta él solo:

S. Cristo, luz del mundo.
A. Demos gracias a Dios.

Todos entran en la Iglesia, precedidos por el diácono o el sacerdote que lleva el cirio pascual. Si se emplea el incienso, el turiferario precederá al diácono. En la puerta de la Iglesia, el sacerdote se detiene y elevando el cirio, canta por segunda vez:

S. Cristo, luz del mundo.
Y todos responden:
A. Demos gracias a Dios.
En este momento todos encienden sus velas en la llama del cirio y avanzan de nuevo. Al llegar ante el altar, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, canta por tercera vez:

S. Cristo, luz del mundo.
Y todos responden:
A. Demos gracias a Dios.
Entonces se encienden las luces del templo.


Pregón Pascual

El sacerdote se dirige a la sede, luego de colocar el cirio pascual en el candelabro que está preparado en medio del presbiterio o junto al ambón. Después de poner incienso en el incensario, si éste se ha utilizado, el diácono pide y recibe, como lo hace en la misa antes del Evangelio, la bendición del sacerdote, el cual dice en voz baja:
S. El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que proclames dignamente su pregón pascual; en el nombre del Padre, del Hijo + y del Espíritu Santo.
A. Amén.

Esta bendición se omite si el pregón pascual es proclamado por otro que no sea el diácono. Si se usa el incienso, el diácono o, en su defecto, el sacerdote, inciensa el libro y el cirio. Luego proclama el pregón pascual desde el ambón o desde el púlpito. Todos permanecen de pie, teniendo en sus manos las velas encendidas.

El pregón pascual puede cantarse también en su forma breve. Las Conferencias Episcopales pueden adaptar el pregón intercalando en él alguna aclamación del pueblo.


Segunda Parte Liturgia de la Palabra

En esta vigilia, "madre de todas las vigilias" (San Agustín, Serm 219), se proponen nueve lecturas, siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo (la Epístola y el Evangelio).

Si las circunstancias pastorales lo piden, puede reducirse el número de lecturas del Antiguo Testamento; pero téngase siempre en cuenta que la lectura de la Palabra de Dios es parte fundamental de esta Vigilia de Pascua.

Debe leerse, por lo menos, tres lecturas del Antiguo Testamento y, en casos muy urgentes, por lo menos dos. Pero nunca se omita la tercera lectura, tomada del capítulo 14 del Éxodo.

Terminado el pregón, todos apagan sus velas y se sientan. Antes de comenzar las lecturas, el sacerdote exhorta a la asamblea con estas palabras y otros semejantes:

S. Hermanos: Con el pregón solemne de la Pascua, hemos entrado ya en la noche santa de la resurrección del Señor. Escuchemos con recogimiento la Palabra de Dios. Meditemos cómo, en la Antigua Alianza, Dios salvó a su pueblo y, en la plenitud de los tiempos, envió al mundo a su Hijo para que nos redimiera.
Oremos para que Dios, nuestro Padre, conduzca a su plenitud esta obra de salvación, iniciada con la muerte y resurrección de Jesucristo.

Siguen luego las lecturas. Un lector va al ambón y lee la primera lectura. Después el salmista o cantor dice el salmo, alternando con las respuestas del pueblo. Enseguida todos se levantan, el sacerdote dice Oremos y después de que todos han orado en silencio durante unos momentos, dice la oración colecta. Lo mismo se hace en cada lectura. En lugar de decir el salmo responsorial, se puede guardar un breve espacio de silencio para hacer oración. En este caso, se omite la pausa después del Oremos.

1a. Lectura. (Gén 1,1-2,2)
Lectura del libro del Génesis.
Salmo responsorial:
Bendice al Señor, alma mía.
Oración.

2a. Lectura. (Gén 22, 1-18)
Lectura del libro del Génesis.
Salmo responsorial:
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Oración.

3a. Lectura. (Ex 14,15-15,1)
Lectura del libro del Éxodo.
Salmo responsorial:
Alabemos al Señor por su victoria.
Oración.

4a. Lectura. ( Is 54,5-14)
Lectura del libro del profeta Isaías.
Salmo responsorial:
Te alabaré, Señor, eternamente.
Oración.

5.- Lectura. (Is 55,1-11)
Lectura del libro del profeta Isaías.
Salmo responsorial:
El Señor es mi Dios y salvador.
Oración.

6.- Lectura. (Ba 3,9-15.32-4,4)
Lecturadel libro del profeta Baruc
Salmo responsorial:
Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
Oración.

7.- Lectura. (Ez 36,16-28)
Lectura del libro del profeta Ezequiel.
Salmo responsorial:
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Oración.

Terminada la oración de la última lectura del Antiguo Testamento, con el responsorio y la oración correspondiente, se encienden las velas del altar. El sacerdote entona solamente el Gloria, que todos prosiguen. Se tocan las campanas, de acuerdo con las costumbres de cada lugar.

Después del Gloria, el sacerdote dice la Oración Colecta, como de ordinario. Enseguida un lector lee la epístola de San Pablo. Terminada la epístola todos se ponen de pie y el sacerdote entona solemnemente el Aleluya, que todos repiten. Luego un salmista o un cantor dice el salmo, al que el pueblo responde: Aleluya. Si hace falta, el mismo salmista canta el Aleluya.

Epístola (Rom 6,3-11)
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los romanos.
Salmo responsorial:
Aleluya, Aleluya.

Evangelio (Mt 28,1-10)
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
A. Gloria a ti, Señor.


Tercera Parte:
Liturgia Bautismal

El sacerdote con los ministros se dirige a la fuente bautismal, si es que ésta se encuentra a la vista de los fieles. De lo contrario, se pone un recipiente con agua en el presbiterio. Si hay catecúmenos adultos, son llamados por su nombre y presentados por los padrinos o, si son niños, llevados por los padres y padrinos frente a toda la asamblea.

Después, el sacerdote exhorta a los presentes, con estas u otras palabras semejantes. Si están presentes los que se van a bautizar:

S. Hermanos, acompañemos con nuestra oración a estos catecúmenos que anhelan renacer a una nueva vida en la fuente del bautismo, para que Dios, nuestro Padre, les otorgue su protección y su amor.

Si se bendice la fuente, pero no va a haber bautizos:

S. Hermanos, pidamos a Dios todopoderoso que con su poder santifique esta fuente bautismal, para que cuantos en el bautismo van a ser regenerados en Cristo, sean acogidos en la familia de Dios.

Dos cantores entonan las letanías, a las que todos responden estando en pie, por razón del tiempo pascual. Si la procesión hasta el bautisterio es larga, se cantan las letanías duante la procesión; en este caso se llama a los catecúmenos, antes de comenzar la procesión.

Abre la procesión el diácono con el cirio pascual; siguen los catecúmenos con los padrinos; después el sacerdote con los ministros. En este caso, la exhortación precedente se hace antes de la bendición del agua.

Si no hay bautizos ni bendición de la fuente, omitidas las letanías, se procede inmediatamente a la bendición del agua.


Letanías de los Santos

En las letanías se pueden añadir algunos nombres de santos, especialmente el del titular de la Iglesia, el de los patronos del lugar y el de los que van a ser bautizados.

Si hay bautizados: S. Para que te dignes comunicar tu propia vida a quienes has llamado al bautismo.

Si no hay bautizados: S. Para que santifiques esta agua por la que renacerán tus nuevos hijos, Jesús, Hijo de Dios vivo.


Bendición del agua bautismal

Enseguida el sacerdote bendice el agua bautismal, diciendo con las manos juntas, la siguiente oración:

S. Dios nuestro, que con tu poder invisible realizas obras admirables por medio de los signos de los sacramentos y has hecho que tu creatura, el agua, signifique de muchas maneras la gracia del bautismo. Dios nuestro, cuyo Espíritu aleteaba sobre la superficie de las aguas en los mismos principios del mundo, para que ya desde entonces el agua recibiera el poder de dar la vida. Dios nuestro, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el nuevo nacimiento de los hombres, al hacer que de una manera misteriosa, un mismo elemento diera fin al pecado y origen a la virtud. Dios nuestro, que hiciste pasar a pie enjuto por el mar Rojo a los hijos de Abraham, a fin de que el pueblo liberado de la esclavitud del faraón, prefigurara al pueblo de los bautizados. Dios nuestro, cuyo Hijo, al ser bautizado por el precursor en el agua del jordán, fue ungido por el Espíritu Santo; suspendido en la cruz, quiso que brotaran de su costado sangre y agua; y después de su resurrección mandó a sus apóstoles: "Vayan y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Mira ahora a tu Iglesia en oración y abre para ella la fuente del bautismo. Que por la obra del Espíritu Santo esta agua adquiera la gracia de tu Unigénito, para que el hombre, creado a tu imagen, limpio de su antiguo pecado por el sacramento del bautismo, renazca a la vida nueva por el agua y el Espíritu Santo.

Si lo cree oportuno, introduce el cirio pascual en el agua una o tres veces, diciendo:
Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo descienda sobre el agua de esta fuente,

Manteniendo el cirio dentro del agua, prosigue:
para que todos los que en ella reciban el bautismo, sepultados con Cristo en su muerte, resuciten también con él a la vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Enseguida saca el cirio del agua y el pueblo dice la siguiente aclamación o alguna otra adecuada:
Fuentes del Señor, bendigan al Señor, alábenlo y glorifíquenlo por los siglos.


Renovación de las promesas del bautismo.

Después de la bendición del agua, todos de pie y teniendo en sus manos las velas encendidas hacen la renovación de las promesas del bautismo. El sacerdote se dirige a la comunidad con estas palabras u otras parecidas:

S. Hermanos, por medio del bautismo, hemos sido hechos participes del misterio pascual de Cristo; es decir, por medio del bautismo, hemos sido sepultados con él en su muerte para resucitar con él a una vida nueva. Por eso, después de haber terminado el tiempo de Cuaresma, que nos preparó a la Pascua, es muy conveniente que renovemos las promesas de nuestro bautismo, con las cuales un día renunciamos a Satanás y a sus obras y nos comprometimos a servir a Dios, en la santa Iglesia católica.

Para hacer la renuncia, se toma la siguiente fórmula que se propone a continuación:

S. ¿Renuncian ustedes a Satanás? A. Sí, renuncio. S. ¿Renuncian a todas sus obras? A. Sí, renuncio. S. ¿Renuncian a todass sus seducciones? A. Sí, renuncio.

Prosigue el sacerdote:
S. ¿Creen ustedes en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra? A. Sí, creo. S. ¿Creen en Jesucristo, su Hijo único y Señor nuestro, que nació de la Virgen María, padeció y murió por nosotros, resucitó y está sentado a la derecha del Padre? A. Sí, creo. S. ¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? A. Sí, creo.

Y el sacerdote concluye:
S. Que Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos liberó del pecado y nos ha hecho renacer por el agua y el Espíritu Santo, nos conserve con su gracia unidos a Jesucristo nuestro Señor, hasta la vida eterna. A. Amén.

El sacerdote rocía al pueblo con el agua bendita mientras todos cantan la antífona o algún otro canto bautismal. Hecha la aspersión, el sacerdote vuelve a la sede, en donde dirige la Oración Universal. No se dice Credo.



Cuarta Parte
Liturgia Eucarística

El sacerdote va al altar y comienza la Liturgia Eucarística, en la forma acostumbrada. Se presentan las ofrendas y el pan y el vino; se realiza la Oración sobre las ofrendas, el prefacio; se entona el Santo, luego la antífona de comunión; se reparte la comunión, y luego se hace la Oración después de la comunión y para concluir la Bendición final.






Viernes Santo. Muerte del Señor.

En este día, así como el sábado, por una antiquísima tradición, la Iglesia omite por completo la celebración del sacrificio eucarístico. El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candelabros y sin manteles.

Después del mediodía, alrededor de las tres de la tarde se lleva a cabo la Celebración de las 7 Palabras, posteriormente a una hora más avanzada, se celebra la Pasión del Señor, que consta de tres partes: Liturgia de la Palabra, Adoración de la Cruz y Sagrada Comunión.

En este día la Sagrada Comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; pero a los enfermos que no pueden tomar parte de esta celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día.

El sacerdote y el diácono, revestidos de color rojo como para la misa, se dirigen al altar y hecha la debida reverencia, se arrodillan y todos oran en silencio durante algún espacio de tiempo. Después el sacerdote, con los ministros, se dirige con las manos juntas hacia el pueblo diciendo alguna oración como la siguiente: (No se dice "Oremos" ) "Padre nuestro misericordioso, santifica y protege siempre a esta familia tuya, por cuya salvación derramó su Sangre y resucitó glorioso Jesucristo, tu Hijo. El cual vive y reina por los siglos de los siglos". R Amén.

Seguidamente viene la Primera Parte. Liturgia de la Palabra; todos se sientan y se hace la primera lectura, tomada del profeta Isaías (52, 13-53,12) con su salmo. A continuación se hace la segunda lectura, tomada de la carta a los Hebreos (4,14-16;5,7-9), con el canto antes del Evangelio. Finalmente se lee la Pasión del Señor según San Juan, del mismo modo que el domingo precedente (18,1-19,42).

Luego tenemos la Oración Universal, la Liturgia de la Palabra se termina con la Oración Universal, que se hace de esta manera: el diácono, junto al ambón, dice el invitatorio en el cual se expresa la intención. Enseguida oran todos en silencio durante un breve espacio de tiempo, luego el sacerdote, de pie ante el altar, dice la oración con las manos extendidas. Los fieles se arrodillan y se levantan durante todo el tiempo de las oraciones a menos que tengan alguna lesión.

Las Conferencias Episcopales pueden aprobar algunas aclamaciones del pueblo antes de cada oración del sacerdote o disponer que se conserve la invitación tradicional del diácono: Arrodillémonos, levantémonos y la costumbre de que los fieles se arrodillen en silencio durante la oración. Cuando hay una grave necesidad pública, el Ordinario del lugar puede permitir o prescribir que se añada alguna intención especial.

De las oraciones que se presentan en el Misal, el sacerdote puede escoger las que sean más apropiadas para las circunstancias del lugar, cuidando de que se conserve la serie de intenciones establecidas para la Oración Universal. Se ora por la Santa Iglesia, por el Papa, por el Pueblo de Dios y sus Ministros, por los Catecúmenos, por la Unidad de los Cristianos, por los Judíos, por los que no creen en Cristo, por los que no creen en Dios, por los Gobernantes, por los que se encuentran en alguna tribulación.

Segunda Parte. Adoración de la Santa Cruz. Terminada la Oración Universal, se hace la adoración solemne de la Santa Cruz. Hay dos formas para el descubrimiento de la Cruz, en este espacio les explicaré la que se realizó en la parroquia.

El sacerdote, el diácono y otro ministro idóneo, se dirigen a la puerta del templo juntamente con los acólitos quienes llevan velas encendidas. Ahí recibe la cruz cubierta con un velo, el sacerdote descubre un poco su extremo superior, la eleva y comienza a cantar el invitatorio "Mirad el árbol de la Cruz, donde murió el Redentor del Mundo", cuyo canto prosigue juntamente con los ministros sagrados. Todos responden: "Venid y adoremos". Esto mismo se repite a la mitad de la iglesia descubriendo el extremo derecho, elevándola de nuevo comienza a cantar en el mismo tono que antes el invitatorio "Mirad el árbol de la Cruz, donde murió el Redentor del Mundo", y se prosigue como la primera vez hasta llegar al altar, donde se descubre por completo la cruz y volviéndola a elevar, comienza por tercera vez el invitatorio "Mirad el árbol de la Cruz, donde murió el Redentor del Mundo", como la primera vez. Enseguida la entrega a los acólitos para que la sostengan y se colocan las dos velas encendidas a los lados de la cruz. Luego se hace la adoración de la Santa Cruz donde los fieles pasan procesionalmente para la adoración de la misma, haciendo delante de ella una genuflexión simple o el signo de veneración acostumbrado que es el de besarla. Miestras tanto se hace un cántico apropiado.

Terminada la adoración, la cruz más pequeña fue llevada al altar y colocada en su sitio, los ciriales fueron colocados a los lados de la cruz más grande, de la cual descenderían el cuerpo de nuestros Señor Jesucristo el cual sería colocado en el Santo Sepulcro para la posterior procesión. Esto se llevó a cabo después de la distribución de la Santa Comunión. En nuestra parroquia se utilizaron dos cruces debido a la cantidad de feligreses y por el ritual del descenso del cuerpo de Cristo.

Tercera Parte. Sagrada Comunión. En este momento se extiende un mantel sobre el altar y se coloca sobre él un corporal y el libro. Enseguida el sacerdote, trae el Santísimo Sacramento del Monumento directamente al altar, mientras todos permanecen de pie y en silencio. Dos acólitos, con candelabros encendidos, acompañan al Santísimo Sacramento y colocan los candelabros a los lados del altar. El sacerdote descubre el copón, hace la reverencia y se canta Padrenuestro; luego comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo. Después distribuye la comunión a los fieles en compañía de un ministro. Durante la comunión se entonaron cánticos apropiados.

Acabada la comunión, el ministro lleva el pixis a algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia. Después el sacerdote, guardado un breve silencio hace la oración para después de la comunión. Como despedida, el sacerdote, de pie y de frente al pueblo extendiendo las manos sobre él, hace la oración sobre el pueblo y la bendición. Se invita a la procesión y a su debido tiempo se desnuda el altar.




Procesión con el Santo Sepulcro.
Tradicional encuentro con la Parroquia de Nstra. Sra. de Coromoto.
Encuentro del Sepulcro con las imágenes de la Dolorosa, San Juan y María Magdalena.


Viernes Santo. Sermón de las Siete Palabras.

Es una costumbre de muchas iglesias organizar, como práctica piadosa el Sermón de las Siete Palabras. Se lleva a cabo en Semana Santa, el Viernes Santo generalmente a partir de las 3:00 pm, precediendo al oficio litúrgico correspondiente a ese día. En muchas ocasiones el Sermón de las Siete Palabras lo convoca alguna Hermandad o Cofradía y tiene como finalidad meditar la Pasión de Jesús siguiendo sus Palabras en la Cruz.



PRIMERA PALABRA
"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen"
(Lc 23,34).

SEGUNDA PALABRA
"De cierto te digo que hoy, estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23 23,43).

TERCERA PALABRA
"Mujer, ahí tienes a tu hijo", y al discípulo: "ahí tienes a tu madre" (Jn 19,26).

CUARTA PALABRA
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27,46; Mc 15,34).

QUINTA PALABRA
"Tengo sed" (Jn 19,28).

SEXTA PALABRA
"Todo está cumplido" (Jn 19,30).

SÉPTIMA PALABRA
"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, mi alma y cuerpo"
(Lc 23,46).

Lectores de las Siete Palabras

Jueves Santo. Institución de la Eucaristía.

Misa de la Cena del Señor.
Inicio del Santo Triduo Pascual.

Llegó la hora de pasar del mundo al Padre

Estamos inmersos en el pleno desarrollo de los sucesos que marcan el acontecer histórico de la Primera Pascua cristiana. Como resume Lucas en los Hechos: "Lo entregaron, lo crucificaron, le dieron muerte, pero Dios lo resucitó" (He 2,23-24). Éste es el "paso" de Jesús, su Pascua.

Este "paso", fue humillante y victorioso, traumático y glorioso. Para Jesús fue un trago amargo que vivió con tristeza: "Siento tristeza de muerte" (Mc 14,34); y fue un manantial de alegría el día de Pascua: "Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor" resucitado (Jn 20,20). Esto es lo que se vive y revive en estos tres días como seguidores de Jesús. Lo acompañamos hasta el final, de celebración en celebración. Será un "Vía Crucis" y un "Vía Lucis" a la vez; es decir, Camino de Cruz y Camino de Luz.


Misa vespertina de la Cena del Señor

Según una antiquísima tradición de la Iglesia, en este día se prohíben todas las misas sin asistencia del pueblo. En la tarde, a la más oportuna, se celebra la misa de la Cena del Señor, con la participación de toda la comunidad local y con la intervención, según su propio oficio, de todos los sacerdotes y ministros.

Los sacerdotes que hayan celebrado ya en la misa del Santo Crisma o por alguna razón pastoral, pueden concelebrar en la misa vespertina. Donde lo pida el bien de la comunidad, el Ordinario del lugar puede permitir que se celebre otra misa en la tarde en templos u oratorios públicos o semipúblicos; en caso de verdadera necesidad, aún en mañana, pero solamente en favor de los fieles que de ninguna manera pueden asistir a la misa de la tarde. Debe tenerse mucho cuidado, de que estas celebraciones no se hagan en provecho de personas particulares y de que no sean en perjuicio de la asistencia a la misa vespertina principal. En nuestra ciudad, la Misa Crismal se llevó a cabo en la Catedral de Valencia a las 9:00am, posteriormente a los 5:00pm en nuestra parroquia fue la Misa de la Institución de la Eucaristía, seguidamente la procesión con el Santísimo al Monumento, para dar inicio a la Adoración y Vigilia de Oración ante el mismo.

La sagrada comunión se puede distribuir a los fieles sólo dentro de la misa; pero a los enfermos se les puede llevar a cualquier hora del día. Los fieles que hayan comulgado en la mañana, en la Misa del Santo Crisma, pueden comulgar de nuevo en la misa de la tarde.


Ritos iniciales y liturgia de la palabra

El sagrario debe estar completamente vacío. Por lo tanto deben consagrarse en esta misa suficientes hostias, de manera que alcancen para la comunión del clero y del pueblo que participa ese día y al día siguiente.

En la homilía se exponen los grandes hechos que se recuerdan en esta misa, es decir la Institución de la Sagrada Eucaristía y el Orden Sacerdotal, además del mandato del Señor sobre la caridad fraterna. Después de la homilía, se lleva a cabo el lavatorio de los pies.


Lavatorio de los pies

Los varones designados para el rito van acompañados por los ministros, a ocupar los asientos preparados para ellos en un lugar visible. El celebrante, se quita la casulla si es necesario, se acerca a cada una de las personas designadas, les lava los pies y se los seca con la ayuda de los ministros. Mientras el sacerdote lava los pies a las personas designadas, se entona un canto apropiado. Inmediatamente después del lavatorio de los pies se hace la Oración universal y no se dice el Credo.





Miércoles Santo. Jesús Nazareno.

Hoy el pueblo venezolano
adora a Cristo
en su condición de
Nazareno


La misión será dura y difícil.

En este día, se leyó el tercero de los cantos del "Siervo de Yahvé". Aquí se concretiza más la misión: El siervo toma la actitud de discípulo, para luego poder ejercer el servicio de la palabra, una palabra de aliento, a favor del abatido; la palabra adecuada para enseñar al que anda extraviado caminando en tinieblas sin un rayo de luz.

La misión será dura y difícil; tendrá que afrontar la agresión física, ofrecer la espalda al que lo apalea y la mejilla a los que le tiran irrespetuosamente de la barba. Tendrá que soportar insultos y salivazos. En pocas palabras tiene que enfrentar y soportar los ultrajes y desprecios... Y los soporta todos en silencio. Ante la difícil misión nunca se acobarda. Sabe que tiene al Señor a su lado, por eso resiste con constancia. Contra los pleiteadores, cuenta con la ayuda del Señor.


Cerraron el acuerdo en treinta monedas de plata.

Los compañeros de Judas quedan desconcertados, cuando Jesús durante la cena suscita la cuestión de la traición y dice a Judas: "Tú lo has dicho". Las primeras comunidades buscan una explicación. Mateo coloca la trama de la traición a continuación de la unción de Jesús en casa de Simón el leproso. Tenemos frente a frente la mujer que derrama generosamente el perfume sobre la cabeza de Jesús sin reparar en el costo y a Judas negociando su traición por unas cuantas monedas. Mateo señala que fueron los discípulos quienes reaccionaron ante el derroche de la mujer. Juan, pone en boca de Judas estas mismas palabras, y da una razón: "Era un ladrón"(Jn 12,6). Para las primeras comunidades, a Judas lo perdió la codicia.

Jesús encarna al inocente, que se convierte en objeto de negocio... Con los inocentes, con los pobres, se sigue negociando. Unos, los explotan para enriquecerse a su costa; otros los utilizan social y políticamente para subir o mantenerse en el poder.

En la traición, Judas utilizará el beso; el signo con que se expresan el amor los amigos y los enamorados; por lo tanto, esta profanación del beso es todo un sacrilegio. Lo hizo por dinero.



La procesión de este día se llevó a cabo con las imágenes del Nazareno, la Virgen Dolorosa, San Juan y la Verónica uniéndose a estas la nueva adquisición de la parroquia, la imagen de María Magdalena, la cual fue donada. Cabe destacar que se realizó el tradicional encuentro de imágenes con la Parroquia de Nuestra Señora de Coromoto, en el cual se hace alusión al encuentro de Cristo con su Madre camino al calvario, san Juan, la Verónica y María Magdalena.

Los cargadores mecen las imágenes durante el tiempo de espera, luego se acercan lentamente y continúan meciendo hasta llegar al frente del Nazareno, en este momento se inclina la imagen hacia adelante tres veces en señal de saludo. La imagen más difícil de levantar es la Dolorosa; se logra con la fuerza de aproximadamente 15 hombres, igualmente se levanta, se mece de izquierda a derecha, se acerca al Nazareno, para luego inclinarla tres veces hacia adelante lográndose una hermosa ceremonia a la vista de todos.


En honor al Nazareno de San Pablo. Caracas. Venezuela

El limonero del Señor
Andrés Eloy Blanco
Leyenda caraqueña

En la esquina de Miracielos
agoniza la tradición.

¿Qué mano avara cortaría
el limonero del Señor?
Miracielos: casuchas nuevas,
con descrédito del color:
antaño hubiera allí una tapia
y una arboleda y un portón.

Calle de piedras; el reflejo
encalambrado de un farol;
hacia la sombra, el aguafuerte
abocetada en un balcón,
a cuya vera se bajara,
para hacer guiños al amor,
el embozo de Guzmán Blanco
en algún lance de ocasión.

En el corral está sembrado,
junto al muro, junto al portón,
y por encima de la tapia
hacia la calle descolgó
un gajo verde y amarillo
el limonero del Señor...

Cuentan que en Pascua lo sembrara,
el año quince, un español,
y cada dueño de la siembra
de sus racimos exprimió
la limonada con azúcar
para el día de San Simón.

Por la esquina de Miracielos,
en su Miércoles de Dolor,
el Nazareno de San Pablo
pasaba siempre en procesión.

Y llegó el año de la peste;
moría el pueblo bajo el sol;
con su cortejo de enlutados
pasaba al trote algún Doctor
y en un hartazgo dilataba
su puerta «Los Hijos de Dios».

La terapéutica era inútil;
andaba el Viático al vapor
y por exceso de trabajo
se abreviaba la absolución,
y pasó el Domingo de Ramos
y fue el Miércoles del Dolor
cuando, apestada y sollozante,
la muchedumbre en oración,
desde el claustro de San Felipe
hasta San Pablo, se agolpó.

Un aguacero de plegarias
asordó la Puerta Mayor
y el Nazareno de San Pablo
salió otra vez en procesión.

En el azul del empedrado
regaba flores el fervor;
banderolas en las paredes,
candilejas en el balcón,
el canelón y el miriñaque
el garrasí y el quitasol;
un predominio de morado,
de incienso y de genuflexión.
-¡Oh, Señor Dios de los Ejércitos
la peste, aléjanos, señor!

En la esquina de Miracielos
hubo una breve oscilación;
los portadores de las andas
se detuvieron; Monseñor
el Arzobispo, alzó los ojos
hacia la Cruz; la cruz de Dios,
al pasar bajo el limonero,
entre sus gajos se enredó.
Sobre la frente del Mesías
hubo un rebote de verdor
y entre sus rizos tembló el oro
amarillo de la sazón.

De lo profundo del cortejo
partió la flecha de una voz:
-¡Milagro! Es bálsamo, cristianos,
el limonero del Señor!

Y veinte manos arrancaban
la cosecha de curación
que en la esquina de Miracielos
de los cielos enviaba Dios.
Y se curaron los pestosos
bebiendo el ácido licor
con agua clara de Catuche,
entre oración y oración.

Miracielos: casuchas nuevas;
la tapia desapareció.
¿Qué mano avara cortaría
el limonero del Señor?
¿Golpe de sordo mercachifle
o competencia del Doctor
o despecho de boticario
u ornato de la población?

El Nazareno de San Pablo
tuvo una casa y la perdió
y tuvo un patio y una tapia
y un limonero y un portón,
¡malhaya el golpe que cortara
el limonero del Señor!
¡Malhaya el sino de esa mano
que desgajó la tradición!

Quizá en su tumba un limonero
floreció un día de Pasión
y una nevada de azahares
sobre su cruz desmigajó,
como lo hiciera aquella tarde
sobre la Cruz en procesión,
en la esquina de Miracielos,
el limonero del Señor.


Martes Santo. Jesús en su humildad y paciencia.

La imagen de Jesús, es la del Hijo del hombre sentado, pensativo quizás meditando...
Humilde y Paciente espera la llegada de su muerte por amor a la humanidad,
por amor a cada uno de nosotros, por nuestros pecados y los del mundo entero...
Por esta razón su preciosa Sangre fue derramada.


Tú eres mi siervo; estoy orgulloso de ti.

En este día, se leyó el segundo de los cantos del "Siervo de Yahvé". En este segundo canto vuelve a aparecer este personaje sorprendente y misterioso. Se insiste de modo especial sobre su misión. La lleva tan enraizada en su ser, que ya desde las entrañas de su madre el siervo se siente llamado por Dios, es imposible resistirse a su llamado.

Para ejercer su misión, Dios puso en su boca la palabra cortante como espada; él mismo se convirtió en una flecha puntiaguda y penetrante; en todo momento siente la mano del Señor que lo protege sin abandonarlo.

Los destinatarios de la misión son en primer lugar, los "supervivientes de Israel". Pero el Señor ensancha los horizontes: lo "hace LUZ de las naciones". Dios quiere que toda la creación y todos los seres humanos se beneficien de su salvación.


A donde voy no me puedes seguir. Me negarás tres veces.

Ha llegado la "hora de que sea glorificado el Hijo del hombre". Ante esta hora, Jesús se siente conmocionado. Le va a tocar vivirla en una profunda soledad... Empieza el desfile de deserciones. La primera y quizás la más dura es la de Judas. La palabra del evangelista Juan es contundente y dura: "Entró en él Satanás". A Judas se le hizo de noche. Es la hora del poder d las tinieblas, contrarias a la luz, que es Jesús.

Le sigue Pedro; impetuoso como siempre. Se siente muy seguro de sí mismo: "Daré mi vida por ti"; sin embargo, Jesús lo hace bajar a la realidad: "Antes de que el gallo cante... Me negarás tres veces". Después de resucitar Jesús, Pedro rectificará, y por tres veces le confesará su amor (Jn 21,15-17) y lo seguirá, humilde y con menos arrogancia.

En este momento decisivo, Jesús insiste en el mandamiento fundamental: "Ámense". La medida "como yo los estoy amando", hasta dar la vida. Éste es el signo por el cual los han de reconocer.

Reflexión:
Si has traicionado a Jesús, si lo has negado y lo has dejado sólo...
¿Qué estás dispuest@ hacer para rectificar?

Lunes Santo. Jesús atado a la columna.

En la celebración de este día, se pide en todas las iglesias del mundo por los presos, los cautivos, los esclavos de los vicios, los que no tienen libertad... Se contempla a un Jesús cautivo, atado a una columna para ser azotado.


Te he hecho luz de las naciones

Leemos el primero de los cuatro cantos que nos ofrece el segundo Isaías, que tienen como protagonista un personaje que lleva el nombre de "Siervo de Yahvé". Son varias las propuestas para su identificación. Algunos piensan que se trata de un colectivo; otros, de una persona concreta.

En todo caso, el "Siervo" es alguien sobre el cual Yahvé Dios ha puesto su Espíritu, y a quien ha confiado una misión: implantar el derecho y la justicia, ser alianza de un pueblo, brillar como luz de las naciones. Sobre todo, ocuparse de los más débiles: los ciegos, los que están privados de libertad, los que habitan en las tinieblas.

Actuará con fortaleza y decisión, pero sin estridencias y sin prepotencia. Con la mansedumbre de aquel que no apaga la mecha que está humeando. Los autores del Nuevo Testamento han identificado este personaje con Jesús.


Guarden el perfume para mi sepultura; que los pobres siempre los tendrán con ustedes.


No encontramos apenas a seis días de la Pascua. Este relato de Juan tiene ya sabor pascual. En el centro de la escena está Jesús, y María la hermana de Lázaro. La unción con el óleo es un preanuncio de la muerte y sepultura de Jesús. El mismo Jesús es quien hace esta lectura en este evangelio.

La generosidad de María que derrama todo el frasco de ungüento sobre los pies de Jesús, contrasta con la tacañería de Judas, que busca un pretexto para quedarse con el dinero. El evangelista señala: "Era un ladrón".

Frente por frente tenemos a María, encarnación del amor generoso; y a Judas, el avaro y el ladrón, en cuyo corazón no hay lugar para el amor. Judas habla de los pobres como pretexto. El discurso de Judas se repite a diario y frecuentemente en nuestro mundo. A los pobres se acude muchas veces, para explotarlos de forma injusta o para escalar el poder sobre sus sudores y lágrimas. Como dice Jesús: "A los pobres los tienen siempre con ustedes". Pero no siempre nos acordamos de ellos.

Reflexión
¿Cuántas veces hemos utilizado a los pobres en vez de solucionar sus dificultades?

¿Cuántas veces has sido cautivo (a) de los vicios, del desenfreno, de situaciones y relaciones que no te convienen?




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