El Perdón



Hoy tenemos que tomar conciencia de la importancia del perdón. A veces nos cuesta perdonar. Pero uno demuestra su grandeza perdonando, no vengándose. Si queremos que Dios perdone nuestros pecados, hemos de practicar la misericordia perdonando a los que nos han ofendido. La propuesta de Jesús es perdonar siempre, según su expresión de perdonar setenta veces siete.

En el santo Evangelio según san Lucas 17, 3 el Señor nos enseña lo siguiente: "Fíjense bien: Si tu hermano te ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Si te ofende siete veces al día, y siete veces vuelve arrepentido, diciendo: No lo vuelvo hacer más, perdónalo".

San Mateo (Mt 18,21-35) nos narra el siguiente acontecimiento:
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le peguntó: "Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?" Jesús le contestó: "No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete".

Entonces Jesús continuó diciendo: "El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y a todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo". El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.

Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: "Págame lo que me debes". El compañero se le arrodilló y le rogaba: "Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo". Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.

Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contarle al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.

Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:

¿A quien crees que le hace más daño el no perdonar?,
¿A ti o al que no perdonas?

La pasión de Cristo en metal

La siguiente presentación, nos las han enviado vía email,
esperamos que sea del total disfrute de tod@s nuestr@s visitantes.
Muchas gracias.
Dios les bendiga.


Domingo. Resurrección del Señor.

Resucitados con Cristo

Jesús, "Primicia de los muertos", está resucitado.


Amanece el día con el eco de la Buena Noticia proclamada en la Vigilia pascual: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado" (Lc 24,5-6). Éste era el momento de recordar los tres anuncios que Jesús había hecho durante su ministerio publico: "El Hijo del hombre tiene que ser entregado a los pecadores será crucificado; y al tercer día resucitará". El cuarto ya no es un anuncio sino una gozosa noticia; un hecho acontecido. "Este hombre, que ustedes crucificaron y dieron muerte por medio de gentes sin ley, Dios, liberándolo de los rigores de la muerte, lo resucitó" (He 2,23-24).

La resurrección es la victoria de Jesús sobre sus enemigos; también sobre el último de los enemigos: la muerte. Pablo presenta a Jesús resucitado como una primera cosecha, una "primicia": "el primer fruto ofrecido a Dios, el primero de los que han muerto" (1Co 15,20). La resurrección es como un parto, del que surge el primer hombre de la nueva creación. Con razón se le llama: "Primogénito de toda la creación"; "Primogénito de entre los muertos" (Col 1, 15.18).

Éste es el día en que actuó el Señor. Hagamos fiesta para celebrarlo.

Con el salmista cantamos: "Este es el día en que actuó el Señor". El Dios de la vida desplegó todo su poder en contra de la actuación de los hombres que habían sido agentes de muerte. Contrasta fuertemente en este día el "ustedes lo mataron", con él "Dios lo resucitó". Donde los hombres ponemos muerte, Dios apuesta por la vida. Ésta es la gran noticia de la Pascua. Ésta es la fuerza creadora que mana de la resurrección. Pablo, recogiendo una fórmula de confesión de fe, proclama que Dios desplegó su gran poder por medio de su Espíritu, resucitando a Jesús de entre los muertos, y lo ha confirmado en su condición de Hijo de Dios (Rom 1,4). Hoy resuena con más fuerza que nunca la confesión de fe contenida en el "Credo". "Al tercer día resucitó de entre los muertos".

Las campanas tocan a fiesta. el pregonero de la "noche santa de la Pascua", invitaba a toda la comunidad: Exulten las jerarquías del cielo; la tierra liberada de sus tinieblas; la madre Iglesia, revestida de luz tan brillante; y el templo resuene con las aclamaciones del pueblo en fiesta, para celebrar la gloria "de Rey tan poderoso".

El discípulo que vio y creyó.

El evangelista Juan presenta la experiencia pascual, como la marcha presurosa de dos discípulos al encuentro de Jesús resucitado. Uno de ellos, el que unas horas antes había confesado: "No conozco a ese hombre", Pedro, encarna al pecador que impactado por la Buena Noticia, busca al Resucitado.

El otro discípulo, es aquel "que amaba Jesús"; el que estuvo "en pie junto a la cruz". También él siente la urgencia de reencontrarse con aquel a quien amaba, con su amigo, con el Maestro, con "su Señor".

El que camina impulsado por el amor, es el primero que llega. Es el primero en creer. La confesión de fe pascual es un producto del amor. La comunidad de los enamorados de su Señor reunida, es la primera en confesar. "En verdad ha resucitado el Señor" (Lc 24,34).

La confesión de fe pascual exige enamorarse antes de Jesús; descubrir al que amó hasta entregar la vida. Es necesario ahondar en el misterio de la humillación de la cruz, para creer con fuerza en Jesús resucitado, y comprometerse con su causa con toda la persona. No puede existir de recia en el resucitado de entre los muertos, sin un compromiso de fe robusta con el Jesús que "murió bajo el poder de Poncio Pilato".

Resucitados y testigos.

La carta a los Colosenses habla de "resucitados con Cristo". El libro de los Hechos, de "testigos que él de antemano se había escogido". El discípulo que no ha resucitado con Cristo; aquel que no ha experimentado en sí mismo la fuerza de su resurrección, está incapacitado para ser su testigo. Y aquel, que confiesa haber vivido la experiencia del encuentro con Jesús resucitado, y no sale a la calle a dar testimonio "con valentía" de su experiencia, no puede contarse entre los verdaderos discípulos del Resucitado. De ahí: "Resucitados y testigos", "discípulos y testigos".

En el discurso de Pedro que Lucas nos ha dejado en los Hechos, tenemos el testimonio de alguien que vivió la experiencia del encuentro pascual con Jesús. Era uno de los dos que "vio y creyó". Después, en la casa del pagano Cornelio, se presenta como testigo. La validez de su testimonio está en que "comió y bebió con él después de su resurrección".

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