Una vez en el año, la Iglesia "celebra junto con la pasión la máxima solemnidad de la Pascua". En ella hace memoria de la redención, que "Cristo el Señor realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, resurrección de entre los muertos y gloriosa ascensión" (SC 5). Dada la importancia que esta celebración tiene para la comunidad cristiana, desde muy pronto la Iglesia inició un proceso de preparación, que culminó en lo que hoy conocemos como Cuaresma. El número cuarenta tiene abundantes resonancias bíblicas. Uno de los acontecimientos que más influyó para determinar su duración, fue la etapa vivida por Jesús en el desierto antes de empezar su misión, reseñada por los evangelios. Estos textos evangélicos los leemos el primer domingo de Cuaresma, día en que inicialmente empezaba la Cuaresma.
La comunidad cristiana está convocada a un ejercicio intenso de conversión, con la mirada fija en Jesús que realizó primero el camino pascual. La verdadera "conversión" es a Cristo muerto y resucitado, previa la remoción de los obstáculos que nos impiden reproducirlo en la propia vida. La liberación del pecado es una exigencia previa y necesaria, pero no es la meta final de la conversión.
Dios quiso salvar a la humanidad por la locura de la cruz
La Iglesia nos invita a hacer durante la Cuaresma el "Vía crucis", el "Camino de la cruz", que fue el camino que hizo Jesús, para amanecer resucitado el día de Pascua. Pablo escribe a la comunidad de Corinto: "Dios ha querido salvar a los creyentes por la locura de la cruz" (1Co 1,21). El mismo Pablo habla de la "locura de Dios", de la "debilidad de Dios". En la persona de Jesús crucificado esta locura se ha convertido en "fuerza y sabiduría de Dios". La locura de la cruz tiene una sola explicación: el amor de Dios a la humanidad. La imagen de Jesús clavado en lo alto del madero, tiene que estar permanentemente iluminando nuestro camino cuaresmal. Al "Crucificado" no podemos separarlo de los "crucificados Donde un ser humano es crucificado por el sufrimiento, por el odio, por la violencia, por la injusticia, ahi está siendo Jesús crucificado de nuevo. Sería bueno, que du¬rante la Cuaresma apareciera en algún lugar bien visible la cruz con Jesús y los rostros de estos crucificados, para solidarizarnos con ellos, como Jesús, que "tomando la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres, se humilló hasta la muerte de cruz" (Fil 2,7-8).
Identificados en la muerte, nos identificamos con Jesús en la resurrección
Jesús resucitado, con sus llagas gloriosas, es el que vive para siempre con el Padre, liberado de todo vínculo con la muerte. Él es el icono definitivo que ha de perdurar para siempre en cada uno de los que con él hacemos el camino cuaresmal. E l"Vía crucis", se ha de convertir necesariamente en "Via lucis"; el Muerto de la cruz, en el Resucitado de la Pascua.
Tenemos que procurar, que los "crucificados", en la mañana de Pascua aparezcan ante el mundo "resucitados". Tenemos que empeñarnos durante la Cuaresma, en que la "resurrección de los crucificados" no se nos quede en una figura literaria. Los crucificados por el sufrimiento, el odio, la violencia, la injusticia, tienen que ser alcanzados por la resurrección ya ahora, sin tener que esperar la manifestación definitiva del resucitado. En sus rostros tiene que resplandecer la luminosidad gozosa del rostro de Jesús glorioso. Al lado de la imagen de Jesús "crucificado con los crucificados", tenemos que colocar a Jesús "resucitado con los resucitados". Esta imagen ha de presidir nuestra Cuaresma como un reto.
El camino bautismal de la Cuaresma
Desde los comienzos, la Cuaresma ha estado estrechamente ligada al bautismo. Para aquellos que se bautizaban, la Cuaresma era la etapa final de su recorrido de conversión. En la misma Cuaresma se iniciaba por etapas la celebración del bautismo, que tenía su momento culminante en la Vigilia Pascual. Para aquellos que habían sido infieles a su bautismo, también la Cuaresma tenía un carácter bautismal.
Tenían que rehacer de nuevo el camino, para recibir su "segundo bautismo". Así llaman los santos Padres al acto de reconciliación de los pecadores, que se realizaba al final del camino cuaresmal. Éste ha de ser el espíritu con el que hemos de hacer hoy los discípulos de Jesús nuestro proceso de conversión en la Cuaresma. Nuestra conversión ha de ser pascual, reviviendo nuestro bautismo a través de los signos sacramentales.
El itinerario pascual y bautismal en la Liturgia
Las lecturas de la Palabra de Dios, especialmente las del evangelio de . jan, revelan uno de los signos de identidad de la Cuaresma: su configuración bautismal. La celebración tuvo una influencia determinante al establecer la liturgia cuaresmal. De los tres ciclos litúrgicos existentes en la actualidad, el que mejor refleja el sentido bautismal es el de este año. Los dos primeros domingos de Cuaresma mantienen su identidad. El primero, presenta a Jesús sometido a la prueba del mesianismo, tentación que lo acompañará hasta la cruz. Él no conoce otro mesianismo que la proclamación del reino de Dios, haciéndolo visible en sus palabras y en sus obras. La fidelidad a esta misión lo llevará a la cruz, y se verá reconocida en la resurrección. El segundo domingo nos ofrece el anticipo de lo que sucederá al final. Es un anticipo glorioso y revelador de que Jesús salió victorioso de la prueba. Lo que contemplaremos y celebraremos al final con gozo desbordado, está ya presente al principio. Las lecturas del evangelio de Juan de los tres domingos restantes, nos ofrecen tres de los grandes signos de este evangelio: el agua, la luz, la vida. Estas lecturas pertenecen al itinerario bautismal de la Cuaresma. Tercer domingo: El"agua viva", que se convierte en generador de vida por la fuerza poderosa del Espíritu Santo: en el bautismo nacemos por el agua y por el Espíritu.
Cuarto domingo: Jesús muerto y resucitado es la "Luz", que se convierte en luminaria para alumbrar el camino. Nos abre los ojos para seguirlo en su camino hacia la Pascua. Quinto Domingo: La "vida". Lázaro, que estuvo bajo el poder de la muerte, recuperó la vida. Es el signo pascual más fuerte: el triunfo de la vida sobre la muerte. Aconteció en Jesús el día de Pascua, y acontece en el bautizado en el momento de su bautismo. La celebración de la Cuaresma propicia que vuelva a suceder, por el proceso de conversión y por los signos pascuales que nos hacen renacer.
Cuarto domingo: Jesús muerto y resucitado es la "Luz", que se convierte en luminaria para alumbrar el camino. Nos abre los ojos para seguirlo en su camino hacia la Pascua. Quinto Domingo: La "vida". Lázaro, que estuvo bajo el poder de la muerte, recuperó la vida. Es el signo pascual más fuerte: el triunfo de la vida sobre la muerte. Aconteció en Jesús el día de Pascua, y acontece en el bautizado en el momento de su bautismo. La celebración de la Cuaresma propicia que vuelva a suceder, por el proceso de conversión y por los signos pascuales que nos hacen renacer.
Miércoles de Ceniza
Color Litúrgico: Morado - Se inicia la Campaña Compartir
Preparémonos a celebrar el misterio de la Pascua
La liturgia de estos primeros días nos ofrece el verdadero sentido de la Cuaresma. Con el signo de la imposición de la ceniza, en este primer día "inauguramos el camino hacia la Pascua". Como tarea principal se nos propone:"avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo", prepararnos a "celebrar con sinceridad el misterio de la Pascua", y "mantener el espíritu de conversión".
Todas estas tareas se enmarcan en la opción fundamental que ha significado nuestro bautismo: el seguimiento de Jesús, que murió y resucitó para nuestra salvación. Si hemos abandonado el camino, el llamado es regresar con espíri¬tu renovado al seguimiento de Jesús, de forma sólida y permanente. Si no es éste nuestro caso, se nos urge a acelerar el paso en nuestro avanzar sobre las huellas de Jesús.
Todas estas tareas se enmarcan en la opción fundamental que ha significado nuestro bautismo: el seguimiento de Jesús, que murió y resucitó para nuestra salvación. Si hemos abandonado el camino, el llamado es regresar con espíri¬tu renovado al seguimiento de Jesús, de forma sólida y permanente. Si no es éste nuestro caso, se nos urge a acelerar el paso en nuestro avanzar sobre las huellas de Jesús.
La Pascua de Jesús en el horizonte de la conversión
Escuchamos el llamado del profeta Joel: "conviértanse a mí de todo corazón"; "rasguen el corazón y no las vestiduras"; "convoquen a la reunión". Hoy se convoca a toda la comunidad: a los niños, a los muchachos, a los esposos, a toda la familia de Dios. Al santo y al pecador, a ricos y pobres, a opresores y oprimidos. La conversión se dirige a lo profundo de la persona. Para la mentalidad bíblica, el corazón representa el núcleo central de la persona. Cambiare! corazón significa la renovación total en la forma de pensar, de sentir y de actuar. No se trata de una operación de cirugía estética para sorprender con una nueva imagen, de un lavado de fachada. No se trata de "poner remiendos" a la vestidura vieja. Se trata de una cirugía dirigida directamente al corazón.
Es la persona la que ha de cambiar. Delante de los ojos se nos presenta a Jesús, muerto y resucitado, cuya imagen, vida y hechos tenemos que reproducir. Es aquí donde hay que concentrar todos los esfuerzos de conversión. Dios nos proporciona un tiempo favorable. "Ahora es el tiempo de la salvación" (2Co 6,2).
Es la persona la que ha de cambiar. Delante de los ojos se nos presenta a Jesús, muerto y resucitado, cuya imagen, vida y hechos tenemos que reproducir. Es aquí donde hay que concentrar todos los esfuerzos de conversión. Dios nos proporciona un tiempo favorable. "Ahora es el tiempo de la salvación" (2Co 6,2).
Celebración pascual de Jesús y de lo que somos y vivimos
Durante la Cuaresma, día a día, nos dedicaremos a preparar la fiesta de la Pascua. Nuestra fiesta pascual será únicamente lo que hayamos preparado. Tenemos que avanzar en el conocimiento de lo que significó para Jesús la Pascua: su muerte y resurrección. Sólo asi podremos cantar en la Vigilia Pascual: "¡Qué regalo asombroso de tu amor!... Cristo tu Hijo resucitado, al salir del sepulcro, brilla, vive y reina por los siglos" (Pregón pascual).
Por lo que se refiere a la comunidad cristiana y a cada uno de los fieles, en la fiesta de Pascua estaremos celebrando a Jesús que ha muerto y resucitado en nosotros durante la conversión cuaresmal. Nuestra Cuaresma será valorada sobre todo aquel día, no por los ayunos que hayamos hecho, sino por la similitud con Cristo muerto y resucitado que hayamos logrado. Bueno es ante Dios el ayuno, buenas las limosnas, buena la oración, con tal que nos conduzcan a "reproducir la imagen de su Hijo Jesucristo".
Dios te ha hablado y tiene para tí una pregunta:
¿Qué tipo de conversión te propones realizar en la Cuaresma?
Por lo que se refiere a la comunidad cristiana y a cada uno de los fieles, en la fiesta de Pascua estaremos celebrando a Jesús que ha muerto y resucitado en nosotros durante la conversión cuaresmal. Nuestra Cuaresma será valorada sobre todo aquel día, no por los ayunos que hayamos hecho, sino por la similitud con Cristo muerto y resucitado que hayamos logrado. Bueno es ante Dios el ayuno, buenas las limosnas, buena la oración, con tal que nos conduzcan a "reproducir la imagen de su Hijo Jesucristo".
P. Antonio Danoz, redentorista
Dios te ha hablado y tiene para tí una pregunta:
¿Qué tipo de conversión te propones realizar en la Cuaresma?